Evaristo Varo preside la Sociedad Española de Trasplante Hepático y es responsable de la unidad de trasplantes abdominales del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, donde puso en marcha en 1994, por primera vez en nuestro país, un programa de trasplantes combinados de hígado y páncreas. Este cordobés de nacimiento nos contó en Barcelona, a propósito de unas jornadas nacionales sobre trasplantes, cómo está la situación en España.
Es una decisión que compete sólo a los gestores del trasplante, valorando la edad y el estado del candidato. Los pacientes más jóvenes son quienes, en principio, se beneficiarán de los órganos también más jóvenes y en mejor estado. Lo bueno de nuestro país es que en esto no se están haciendo trampas; de lo contrario, irían a la cárcel tanto el médico, como el gestor de trasplantes y el candidato.
Conozco la situación de los trasplantes allí puesto que he vivido un tiempo en aquel país, y le aseguro que no tenemos nada que envidiar. Sólo las personas con seguros sanitarios muy caros pueden beneficiarse de un trasplante con órganos extraídos, normalmente, a personas sin recursos. Los familiares de esas personas sin recursos acaban hartos de que los médicos les pidan usar sus órganos, a sabiendas de que ellos jamás estarán en disposición de acceder a uno. La película “John Q” (2002), de Nick Cassavetes, ilustra perfectamente el problema.
Sin duda. En nuestra unidad de Santiago llevamos realizados más de 700 trasplantes de riñón en 14 años, unos 600 de hígado y cinco de páncreas-riñón. Estas cifras son inimaginables en hospitales extranjeros, y es que en materia de red de trasplantes, en comparación con el resto del mundo, los españoles estamos a la cabeza.
Éticamente no hay ningún límite fijado, ni por arriba ni por abajo. Técnicamente, por arriba tampoco hay límites (se han trasplantado órganos de 80 años). Por abajo, no obstante, es difícil llevar a cabo un trasplante a un niño con peso inferior a los 10 kg.
Más bien al contrario. Andalucía posee una red de trasplantes muy bien organizada, partiendo de la experiencia de los propios pacientes donantes y receptores; es como una hermandad invisible, aunque generosa. Fue el doctor Joaquín Potel, en Galicia, quien contactó con mi maestro en trasplantes, el catedrático Carlos Pera, del Hospital Reina Sofía, para exponerle la decisión administrativa de poner en marcha un programa gallego de trasplante hepático para el que se requería un experto.
Acababa de cerrar un periodo de formación en el Transplant Center de la Universidad de Minnesota (EE.UU.), que era entonces un hospital puntero en el mundo en cuestión de trasplantes de páncreas, hígado y riñón.
Allí se realizaban pocos trasplantes, pero hay que reconocer que, si se tiene mucho dinero, se trasplanta con las mejores garantías.
En materia de red de trasplantes, los españoles vamos a la cabeza del mundo
Insisto en la buena situación de los trasplantes aquí. Hay que recordar que, en mayo de 1988, se realizó en Córdoba el segundo trasplante de páncreas de España (el primero se había hecho en Barcelona poco tiempo antes). En julio de 1989 iniciamos el programa andaluz de trasplante hepático que, cinco años después, sirvió de inspiración para el Hospital Xeral de Galicia.
Ahora, el hospital gallego también es un centro de referencia español en aspectos como la cirugía de la carcinomatosis peritoneal [un modo de extenderse el cáncer de estómago. Las células cancerosas, en lugar de viajar por las sangre o por la linfa hacia lugares lejanos, se desprenden del tumor y quedan dispersas por la cavidad abdominal].
Por supuesto, aunque no actúan solos. En el trasplante cardiaco, por ejemplo, el cardiólogo casi tiene más peso que el propio cirujano torácico; en el renal, la intervención del nefrólogo es esencial. Nuestra unidad está dotada de un equipo multidisciplinario que incluye a médicos de diferentes especialidades -cirujanos, hepatólogos, nefrólogos, oncólogos, urólogos, anestesistas-, así como a personal de enfermería y auxiliar.
Código cero es un recurso extremo. Se utiliza cuando el peligro de muerte es inminente por la gravedad de quien precisa el órgano a trasplantar. También es la forma de poner a prueba la generosidad de los ciudadanos y la habilidad en cuanto a recursos de un programa de trasplantes.
Por generosos que seamos, la demanda supera a la oferta, lo que nos obliga a buscar alternativas a los trasplantes de cadáver
Por generosos que seamos, la demanda supera a la oferta, lo que nos obliga a buscar alternativas a los trasplantes de cadáver. En algunos casos podemos servirnos de donantes vivos (en ese aspecto, los países escandinavos nos aventajan), en otros nos servimos de donantes complejos (donantes no idóneos pero que nos pueden ayudar a salvar vidas).
Así es. Desde que el uso del casco y del cinturón se ha hecho obligatorio mueren muchos menos jóvenes en accidentes de tráfico y la mayoría de órganos de que disponemos pertenece a personas mayores que, en determinados casos, presentan enfermedades importantes.
A eso aspiramos. También es cierto que la edad media de los demandantes de trasplante es ahora mayor. Debo subrayar, por otra parte, que la disponibilidad de órganos no es la misma en todos los rincones de la geografía española. En Santiago hay ahora mismo 80 personas en lista de espera que necesitan un riñón, un hígado o un páncreas; pero no hace mucho superaba el centenar y nos ponía ante un compromiso. Las donaciones recibidas y nuevas formas de gestionar la lista de espera han favorecido la evolución a mejor.
Los más afortunados se trasplantan a las pocas semanas de su inclusión en la lista de espera; otros aguardan meses, incluso años. El grupo sanguíneo y el peso de quien necesita el órgano son factores que inciden en la idoneidad del órgano disponible.
A las bondades del clima o los guisos, podemos añadir nuestra red de trasplantes. Según el coordinador nacional de trasplantes español, Rafael Matesanz, “uno de cada 20 trasplantes que se realizan en el mundo tiene lugar en España”. Los trasplantes de hígado por parte de donante vivo son la modalidad que puede que ande más coja, “puesto que requieren de una técnica complicada, restringida, y no todos los hospitales que cuentan con unidades de trasplante hepático están aún capacitadas para llevarla a cabo”.
Aun así, Matesanz asegura que en España se realizan unas 20 ó 30 intervenciones de este tipo al año. En Santiago, el equipo de Evaristo Varo ha realizado también injertos de páncreas. “Se trata de otra modalidad difícil de programar”, admite Varo, “debido a que hay dificultad para trasplantarlo de un donante de edad avanzada a otro receptor de la misma edad, como suele ser habitual, y no suelen encontrarse páncreas de pacientes jóvenes.
La mayoría de las personas candidatas a donar órganos en Santiago es de edad avanzada y fallece por problemas agudos, como una hemorragia cerebral o un infarto. Estos y otros datos aportó el pasado día 11 de diciembre en Barcelona Evaristo Varo, en el contexto de unas jornadas de actualización, patrocinadas por la industria farmacéutica (Novartis) y a las que asistió un centenar y medio de especialistas de todo el país.